Esto es una declaración, un manifiesto: la escritura proporciona un camino espiritual verdadero, una auténtica vía zen. La escritura es un espejo: te devuelve inmediatamente tu reflejo, no te permite engañar a nadie y menos a ti mismo, y ahí estás tú, el actor y lo hecho; la persona más mundana y el monje. Es una oportunidad de unir el mundo exterior con el interior, de convertirlos en un mismo ser que sólo en apariencia es dual. Es un gran reto, un buen ejercicio. Un largo camino.